Esta es la historia de Adriana Carmona, una empresaria que encontró en el diseño de tarjetas sociales el nicho que la hiciera feliz y le redituara ingresos.
Desde pequeña Adriana Carmona conoció el mundo de los negocios y de los números. A los 13 años, iba a ayudar a sus abuelos en la tienda en la que vendían de todo un poco, desde equipos deportivos, pasando por artículos para el hogar, juguetería, artículos de ferretería, y su sección favorita, que era la parte de librería.
Fue allí en donde empezaron a gustarle los colores, las hojas, el olor tan característico de los libros, la forma en que se disponían los dibujos y las letras. A tal punto que podía estar horas mirando uno a uno los libros que se usaban en el colegio.
Pero como era muy buena vendedora, se llevaba bien con los números y hacía cálculos con mucha rapidez, de grande, decidió estudiar contabilidad y administración. Pasaron los años, y definitivamente la carrera que había elegido nunca llenó sus expectativas.
“A los 24 años me encontraba trabajando en un lugar que casi me mata de depresión. Pero como era un trabajo en el que solo me quedaba hasta un poco más del mediodía, me daba tiempo para dedicarme a lo que me gustaba a la tarde, así que empecé a diseñar estampitas para familiares o tarjetas de invitación para vecinos, etc. ¡Me encantaba eso! Y como siempre me gustó puntualmente la librería de mis abuelos, recurrí a mi abuela para que me ayude, ya que yo no disponía de capital para comprar nada, y sentía la necesidad de dar un giro a mi vida laboral”, relató Adriana.
Fue así que, ayudada por su abuela, quien aceptó respaldar a su nieta, y con el impulso que la caracteriza, ella logró hacer realidad el sueño que tanto anhelaba: tener un negocio propio.
Al principio, comenzó con un cartel, 10 carpetas archivadoras, 10 bolígrafos de cada color, una computadora, una impresora, y con una fotocopiadora. Hacía trabajos por computadora y fotocopias ya que en aquel entonces se pedían mucho, pues no todos los estudiantes tenían acceso tan fácilmente a estos equipos. Luego trabajó haciendo escritos para abogados, edición de tesis, gráficos, columnas, gráficos circulares, porcentajes, etc., que le eran solicitados por abogados y alumnos de colegios, lo que hizo posible que la emprendedora pudiera cubrir rápidamente sus deudas.
Como el trabajo era excesivo sus máquinas que eran de segunda mano se descomponían siempre en el peor momento lo que obligaba a Adriana a vivir pagando reparaciones y comprando repuestos. “Era un círculo del que me fue muy difícil salir”, señaló.
Sin embargo, como toda buena emprendedora logró sortear las dificultades. Recuerda que uno de los episodios que marcó su vida fue cuando ingresaron al negocio y le robaron la computadora en la tenía todos los trabajos de sus clientes. Esta fue, sin dudas, una de las peores experiencias que vivió y que la condujeron a replantear la empresa y diversificar su oferta.
Meses más tarde, creyó conveniente dedicarse a hacer muestras de tarjetas de invitación y a exhibirlas a través de su blog. “Mis diseños tuvieron gran aceptación, tal es así que luego de 5 años de tener el negocio, ya no era tan compatible el trabajo de fotocopias (un trabajo un tanto sucio) con el trabajo de tarjetería (en donde todo tiene que ser impecable) y en el año 2009 decidí cerrar mi tan querido negocio, para dedicarme al 100% a las tarjetas. También fue un paso difícil, salir de la zona de confort no es fácil. No es fácil empezar desde abajo, a puro pulmón, pero una vez más me animé y lo hice”, relató.
Tras esa decisión todo volvió a la normalidad. En el 2009, Adriana se comprometió y se casó en febrero del 2010. Ya sin local, pero con unas inmensas ganas de seguir haciendo lo que le apasionaba, se apoyó en las redes sociales para hacer que su negocio continuara tan vigente como hoy.
“Por más de que mi negocio tenía un nombre, todos siempre decían “vamos a lo de Carmona”, “Carmona hace tarjetas”, o cuando se contactaban conmigo para pedir presupuestos me decían “¿hablo con tarjetas Carmona?”. Y bueno, mi negocio lleva mi nombre: “Adriana Carmona – Tarjetería Social”, fue el nombre que eligieron mis clientes”, comentó entre risas.
Hoy la empresa ofrece tarjetas de invitación para todo tipo de eventos sociales, desde nacimientos, bautismos, cumpleaños, bodas, etc. “Nuestras tarjetas están presentes en inauguraciones, colaciones, congresos. Y hace un año también incorporamos al negocio el rubro de la sublimación. Los artículos sublimados van muy de la mano con la tarjetería ya que los personalizamos con la temática de los eventos y se convierten en detalles, souvenirs espectaculares, hermosos y útiles. Personalizamos tazas, hoppys, zapatillas, remeras, manijas, llaveros, abridores, y muchas cosas más”, aclaró.
Si hay algo de lo que se puede estar seguro es que la cabeza de esta emprendedora no para. Las ideas van a mil por hora. Y si hay algo que no le funciona, que no se vende o que no genera ingresos, no solo hay un plan B, sino que existe un abecedario completo de alternativas válidas que hacen posible llegar al objetivo.
“Para un emprendedor cada día es un nuevo comienzo. Hoy puedo decir que no me veo haciendo otra cosa que no sea esto. Ya pasaron más de 15 años que me dedico a esto y seguimos batallando todos los días. Pero ser dueño de tu tiempo, poder tomar decisiones, corregir tus propios errores, disfrutar de los logros que se van generando es algo que no tiene comparación. Y hay algo muy importante que aprendí a medida que fue pasando el tiempo, y es que la necesidad incentiva a la creatividad”, concluyó.
Contacto: http://www.adrianacarmona.com